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Lunes, 01 de Noviembre de 2005
FUENTE: La Nueva España
Hay que intentar establecer un diálogo eficaz con los islámicos, pase lo qu
Antonio Garrigues, presidente de la Fundación José Ortega y Gasset, presentó esta semana en Oviedo la última biografía del filósofo, obra de Luis Arias Argüelles-Meres.

-¿Qué opinaría Ortega de esta España «invertebrada»?
-No pretendo, ni tengo capacidad, para interpretar fielmente a Ortega, pero estoy seguro de que el Estatuto catalán y sus derivaciones le hubiesen interesado especialmente y hubiese hablado y escrito mucho. Era un liberal y tenía que tener respeto por una concepción federal. Podría interpretar bien las ansias de los nacionalismos, que él calificó de inagotables. Más allá sería difícil decir algo, pero sé que Ortega nunca hubiera caído en el proceso de vulgarización, de reduccionismo brutal y de simplificación intolerable con el que hoy se están manejando conceptos e ideas políticas y económicas.
-Gustavo Bueno se refería recientemente a la existencia de una única cultura para censurar los intentos de vascos y catalanes de usarla como cimiento de su independencia.
-Todas las ideas de Bueno me atraen e interesan porque aporta siempre originalidad. La distinción que hace es auténtica pero, al final, todo el mundo interpreta la cultura que vive como su cultura. No sólo cómo es esa cultura, sino por la diferencia con otras.
-Usted criticó la falta de internacionalización de España. ¿Hay desinterés de los españoles por otras culturas?
-Lo internacional interesa poco en este país. En ese aspecto, se podría afirmar esa frase tan española de que «somos muy nuestros». Es verdad que somos muy nuestros; pero que hoy, a una grandísima mayoría de los españoles, no les interesen temas claves de la política, la economía y la cultura mundial es muy negativo y muy inquietante.
-¿Ni siquiera la integración en la UE nos ha dado una perspectiva más transnacional?
-En los últimos 25 años hemos mejorado un poco, pero ha sido una mejora muy leve. Qué duda cabe de que ahora somos más europeos y tenemos más gusto por Europa, pero nuestro conocimiento, tanto de la vieja como de la nueva Europa, es muy limitado.
-Como decía Ortega, ¿España es el problema y Europa ha sido la solución?
-Es su pronóstico más claro y más cierto. Qué duda cabe de que España le debe mucho a Europa.
-¿Cómo debe forjarse el futuro de la Unión Europea?
-Creo -no lo digo por pesimismo sino porque no le veo otra salida- que Europa va a una decadencia económica seria. No está en condiciones de competir con una potencia como Norteamérica ni con las del área del Pacífico.
-¿Podría perjudicar al futuro de Europa que las relaciones con Estados Unidos no atraviesen su mejor momento?
-Creo que sí. El empeoramiento de la relación atlántica es, sobre todo, malo para Europa. No digo que Europa sea al cien por cien la culpable del empeoramiento, pero sí de parte muy importante.
-Dice que Europa está «cansada, dormida y aburrida», y que el eje franco-alemán está «muerto». ¿A España podría perjudicarla el acercamiento a ese eje, en detrimento de su relación con Estados Unidos?
-Que el eje franco-alemán vaya mal es malo para todos: sin el motor económico que representan los dos países, Europa lo va a tener muy difícil. España hizo bien reafirmando su condición europea. No podemos intentar convertirnos en una nueva Gran Bretaña; no es nuestro papel. Lo que afirmo es que España puede ser cien por ciento europea, que es lo que es, y a la vez tener una estupenda relación con Estados Unidos. No son amores contradictorios, sino complementarios.
-¿Cómo ha afectado el cambio de Gobierno en España a las relaciones internacionales?
-Creo que en su conjunto ha sido positivo, a pesar de que la relación con Estados Unidos está perjudicada, yo diría que más en lo político que en lo económico.
-Se ha declarado defensor de la retirada de las tropas y firme opositor a la guerra de Irak.
-Se está demostrando poco a poco que la invasión de Irak fue un error y, además, muy grave. Y que fue una decisión mal tomada por los norteamericanos. Lo malo es que ahora no tenemos otro remedio que ayudarles a salir de esa situación. España debe hacerlo sin meditaciones ni reservas.
-¿De qué modo?

-Colaborando en la pacificación. En algún momento los americanos se darán cuenta de que sus técnicas no han sido las más apropiadas y de que una europeización del conflicto sería positiva.
-Parece que esta guerra ha sido un mal comienzo del siglo XXI para las relaciones internacionales europeas y americanas con el mundo islámico. ¿Los atentados de Madrid o los disturbios en Francia son consecuencia de ese mal paso?
-Van en relación con todo ese fenómeno. Ahora falta establecer las bases para un diálogo eficaz con los islámicos. Creo que ese diálogo es posible. Que no sea fácil, sino todo lo contrario, no puede llenarnos de pereza. Hay que intentarlo pase lo que pase.
-Preside el Observatorio de la Vivienda. ¿Considera, como la ministra Trujillo, que potenciar el alquiler y las viviendas sociales frenará los precios?
-Va a ser un factor positivo, pero dudo mucho que vaya a ser decisivo, sobre todo a corto plazo.
-¿Porque es incontrolable?
-Un factor a estudiar es la mejora de las comunicaciones radiales entre ciudades y poblaciones más o menos cercanas. Así, la presión sobre los centros se reduciría. Por otra parte -y no quiero ser alarmista- un posible freno es que esa escalada de precios genera condiciones muy peligrosas de explotación de una burbuja, por sólida que sea.
-Es patrono y miembro del jurado de los premios «Príncipe». ¿Balance de su dimensión internacional en este primer cuarto de siglo de andadura?
-Son un ejemplo más, pero muy importante, de cómo con imaginación, audacia y grandeza de miras se pueden hacer cosas que parecían imposibles. Nadie podía soñar hace 25 años que iba a pasar lo que ha pasado.
Antonio Garrigues
Nació en Madrid en 1934, en el seno de una familia en la que el derecho y la política siempre han estado presentes. Su padre fundó el bufete de abogados que lleva el nombre del apellido familiar y que ahora preside el propio Antonio Garrigues. Su hermano, ya fallecido, fue ministro con Adolfo Suárez y el dirigente más carismático del pensamiento liberal español de la transición.
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