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Martes, 01 de Mayo de 2005
FUENTE: La Nueva España
«Parte de posguerra»
Al contrario de lo que se pudiera pensar, los años no ayudan a disipar las dudas que te salen al paso. Por ejemplo, yo estaba convencido de quién era hasta que un hijo de Eros me descubrió, en la sección de «Cartas al director» de este periódico, que mi padre era Quirón, el mítico centauro. Resuelta esta duda biográfica, gracias al nieto de Afrodita, otras he de resolver. Veamos: ¿merece la pena volver la mirada a los horrores del pasado de una guerra civil?, ¿no será más práctico echar tierra sobre los osarios de las cunetas y pasar de puntillas mirando al cielo?, ¿el hecho de resucitar a los muertos del olvido no levantará un viento de odio y rencor?
Acabo de leer la última novela de Luis Arias, «Parte de posguerra», y me sacó de dudas. No es el nuestro un tiempo de revanchas. Y desde este mar en calma, las aportaciones sobre el cómo y el porqué del desastre ayudarán a curar la herida, que ésta no cierre en falso. Luis Arias aporta su palada de arena a la curación con una excelente novela. Que nadie espere encontrar entre sus páginas un retablo de casquería humana con tufillo a pólvora. Encontrará a su padre, un maestro de escuela bajo la niebla del Narcea en los años de posguerra, años triunfales para muchos y de derrota para los escasos supervivientes. Encontrará de la mano de su pluma, plasmada en sus inseparables holandesas, una Arcadia feliz que se va al garete. La intransigencia elevada a la enésima potencia la reducirá a cenizas y silencio.
Y un día la España triunfal celebra los cacareados veinticinco años de paz; pero ésta no es la paz interior de Juan Arango, el maestro. Vive el hombre aún bajo el síndrome de la mordaza: expresarse en voz alta y con libertad es un ejercicio de alto riesgo. Pero él no se calla, habla su pluma, rememora en sus holandesas toda una tesis del desencanto a través de su autobiografía. ¿Un ejercicio de catarsis? Es posible. Pero gracias a estos ejercicios y al buen hacer de su hijo Luis como escritor, «Parte de posguerra» introduce al lector en un extraño clima donde se mezclan los aromas de la manzana y el regusto salado de la lágrima. Y le convence de que sí merece la pena volver la vista atrás.
FUENTE: La Nueva España
«Parte de posguerra»
Al contrario de lo que se pudiera pensar, los años no ayudan a disipar las dudas que te salen al paso. Por ejemplo, yo estaba convencido de quién era hasta que un hijo de Eros me descubrió, en la sección de «Cartas al director» de este periódico, que mi padre era Quirón, el mítico centauro. Resuelta esta duda biográfica, gracias al nieto de Afrodita, otras he de resolver. Veamos: ¿merece la pena volver la mirada a los horrores del pasado de una guerra civil?, ¿no será más práctico echar tierra sobre los osarios de las cunetas y pasar de puntillas mirando al cielo?, ¿el hecho de resucitar a los muertos del olvido no levantará un viento de odio y rencor?
Acabo de leer la última novela de Luis Arias, «Parte de posguerra», y me sacó de dudas. No es el nuestro un tiempo de revanchas. Y desde este mar en calma, las aportaciones sobre el cómo y el porqué del desastre ayudarán a curar la herida, que ésta no cierre en falso. Luis Arias aporta su palada de arena a la curación con una excelente novela. Que nadie espere encontrar entre sus páginas un retablo de casquería humana con tufillo a pólvora. Encontrará a su padre, un maestro de escuela bajo la niebla del Narcea en los años de posguerra, años triunfales para muchos y de derrota para los escasos supervivientes. Encontrará de la mano de su pluma, plasmada en sus inseparables holandesas, una Arcadia feliz que se va al garete. La intransigencia elevada a la enésima potencia la reducirá a cenizas y silencio.
Y un día la España triunfal celebra los cacareados veinticinco años de paz; pero ésta no es la paz interior de Juan Arango, el maestro. Vive el hombre aún bajo el síndrome de la mordaza: expresarse en voz alta y con libertad es un ejercicio de alto riesgo. Pero él no se calla, habla su pluma, rememora en sus holandesas toda una tesis del desencanto a través de su autobiografía. ¿Un ejercicio de catarsis? Es posible. Pero gracias a estos ejercicios y al buen hacer de su hijo Luis como escritor, «Parte de posguerra» introduce al lector en un extraño clima donde se mezclan los aromas de la manzana y el regusto salado de la lágrima. Y le convence de que sí merece la pena volver la vista atrás.
SEPTEM EDICIONES, S.L.- Inscrita en el Registro Mercantil de Asturias, Tomo 2797, Folio 12, Hoja AS-24332.
Domicilio : Calle Altamirano 1, 1º B 33003-Oviedo (Asturias-España)
CIF: B 33674508
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