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Sábado, 01 de Febrero de 2005
FUENTE: La Nueva España
«Comparo La Habana con una mujer bella pero desangelada por el paso de los

«Esta novela es, en cierto modo, la historia de una derrota»


Sonsoles Ónega (Madrid, 1977) aprovecha sus guardias nocturnas como periodista para escribir. Los días siguientes al 11-M, cuenta, las esperas se alargaban hasta las dos o las tres de la madrugada. Algunos compañeros leían, otros escuchaban música y ella escribía a mano sus relatos. La hija de Fernando Ónega -dato que omite en la conversación- mantiene viva su pasión por la literatura sacrificando el descanso nocturno y con mucha disciplina. Así escribió «Calle Habana, esquina Obispo», ganadora del III Premio «Letras» de novela corta.

-¿Fue primero la novela o el premio?

-Ya tenía la novela escrita a finales de 2003, la empecé en un viaje a Cuba hace cinco años. La presenté a otro premio antes, sin demasiado éxito.

-¿Quiere hacer de la literatura su profesión?

-No lo sé, la literatura es un mundo complicado. De momento el periodismo me da de comer, me sirve para pagar la hipoteca, los créditos... pero siempre he escrito, nunca he dejado de hacerlo.

-¿De dónde saca tiempo?

-Escribo mucho a mano, hago tribunales y aprovecho las guardias en la Audiencia Nacional. En casa escribo por las noches, con mucha disciplina.

-Al leer la novela el jurado pensó que estaba escrita por un cubano. ¿Cuál es su vinculación con la isla?

-Mi primer contacto con Cuba fue un viaje casual, en el año 2000. He viajado a Cuba en cinco ocasiones. Por motivos profesionales conocí a María Elena Cruz Varela, una poetisa exiliada que acabó de «gusana» en Miami. Con ella hablé sobre el régimen cubano, me hizo profundizar en la realidad de Cuba y eso se unió a mi fascinación inicial.

-La ciudad de La Habana es sólo un escenario o también es protagonista de la novela.

-La Habana es una ciudad totalmente decadente, yo la comparo con una mujer bella pero desangelada por el paso de los años. Es el escenario de la novela, los protagonistas son un padre y un hijo que luchan de distintas maneras contra el régimen. El hijo, desde la disidencia, y el padre, impidiendo a toda costa que su casa de La Habana vieja se venga abajo. La madre emigra y él tiene la ilusión de mantenerlo todo igual para cuando vuelva, pero ella regresará del brazo de otro hombre.

-¿Es un relato crítico con el régimen castrista?

-La novela describe una imagen decadente de La Habana que el turista no ve porque está escondida por la alegría de su música, del baile... El exilio cubano me interesa mucho, aunque no lo trato en esta novela. El otro día pensaba en Cabrera Infante, que ha ido a morir a una isla que no es la suya.

-Es una novela pesimista.

-Sí, en cierto modo es la historia de una derrota. Tiene dos lecturas, una pesimista, porque pese a la lucha del protagonista cuando su mujer vuelve lo hace con otro, y otra optimista, porque consigue que su casa sea la envidia de toda la cuadra.

-¿Hay algo de periodístico en el relato?

-Supongo que es inevitable, pero a veces también el periodismo se me impregna de literatura y el redactor jefe tiene que advertírmelo.


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